miércoles, 29 de octubre de 2008

El Benach de la Moncloa

Nixon solía decir que no sabía cuál de sus cien asesores estaba en lo cierto. Pero nuestro Zapatero particular no se arredra ante las dificultades y tiene nada menos que 644. Y así nos va, porque hasta que acierte con el que sabe puede cometer unos cuantos disparates bien gordos. Pero es que aparte de ese derroche en asesores, ¡en tiempos de crisis!, según informa el diario ABC, en su edición de hoy, los gastos de la Moncloa se han multiplicado en relación con los de la época de Aznar. De modo que, José María, otros vendrán que bueno te harán.
En plena crisis, cuando muchos empresarios, cuyas empresas están muy saneadas, están viendo como sus esfuerzos no sirven para nada y que puede el caso de que tengan que cerrar por falta de liquidez, cuando otras empresas ya han cerrado, a pesar de que un poco antes empezaban a soñar, cuando tantos trabajadores han ido a la calle y la angustia se ha apoderado de ellos, la clase política gasta, gasta y derrocha. Es decir, ninguno de los 644 asesores, que pagamos los españoles, le ha dicho al presidente que hay que recortar gastos, para que la opinión pública vea que los políticos se preocupan y puedan pensar que estamos en buenas manos. Y si se lo ha dicho alguno de esos asesores, no ha logrado hacerse oír, o no ha tenido la suficiente capacidad de convicción.
Entonces, podemos preguntarnos los ciudadanos que para qué tanto empeño en estar en la cumbre de Washington. ¿Qué tiene que decir sobre la crisis quien primero la negaba y luego no ha tomado ninguna decisión acertada? Nuestros políticos son unos señores que saben que a los últimos que alcanzará la crisis es a ellos. En ningún caso han optado por reducir gastos, para no tener que subir los impuestos. Al menos, los ayuntamientos, o la mayor parte de los ayuntamientos, los han subido. Los partidos españoles no han sabido ponerse de acuerdo para hacer frente a la crisis. El presidente es quien debe dar ejemplo y quien ha de tomar la iniciativa de acercarse a los demás, pero sin imposiciones.

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