Vivir es un acto de voluntad. Por tanto, quien vive puede. Todos los seres vivos tenemos poder, unos más y otros menos. Algunos humanos utilizan su poder en beneficio de los demás. Otros miran únicamente por sí mismos. Estos últimos son los esclavos del poder. Darían cualquier cosa por tener más y más. Y esos esclavos del poder quisieran tener a todos los demás en un puño. Quisieran tener bajo su control el pensamiento, palabra y obra de todos.
Ignoro si algún día lograrán controlar los blogs; no les van a faltar motivos ni excusas para intentarlo. Desconozco si lo han conseguido con la prensa tradicional. Pero algunos de los que tenemos un blog mostramos nuestros datos e incluso la foto. Y si alguna vez se nos escapa algo inconveniente, podemos ir a la cárcel.
Reconozco el derecho al anonimato. Por cuestiones evidentes, unas veces limpias y otras no tanto, al cibernauta le puede convenir no dar su nombre a conocer. Ahora bien, quien se escuda en el anonimato debe saber que no puede aspirar a gozar del mismo crédito que quien escribe a cara descubierta, aunque algunas veces lo logran. Pero sobre todo, debería ser consciente de que bajo ningún concepto debe insultar o descalificar a nadie. Para ello, aunque tampoco estaría justificado, debería, al menos, quitarse la careta.
Algunos de estos anónimos desgranan unas cuantas nociones técnicas a las que suman sus aires pretensiosos y con ello logran un cierto renombre. Los hay que tratando de imaginar sus identidades verdaderas, llegan a creer que tras el pseudónimo se esconde un gran personaje. Lo que puede ocurrir es que no sea tal, sino alguien vil, en cuyo caso más pronto o más tarde se descubrirá, al no poder resistir la tentación de cometer alguna maldad.
Es decir, el mundo de los blogs no es tan fiero como se puede llegar a pensar. Simplemente, hay que estar tan alerta como en el mundo real. Lo que sería grave es que se eliminara la espontaneidad. Esa que, entre otras cosas, permite hacer amigos.
Ignoro si algún día lograrán controlar los blogs; no les van a faltar motivos ni excusas para intentarlo. Desconozco si lo han conseguido con la prensa tradicional. Pero algunos de los que tenemos un blog mostramos nuestros datos e incluso la foto. Y si alguna vez se nos escapa algo inconveniente, podemos ir a la cárcel.
Reconozco el derecho al anonimato. Por cuestiones evidentes, unas veces limpias y otras no tanto, al cibernauta le puede convenir no dar su nombre a conocer. Ahora bien, quien se escuda en el anonimato debe saber que no puede aspirar a gozar del mismo crédito que quien escribe a cara descubierta, aunque algunas veces lo logran. Pero sobre todo, debería ser consciente de que bajo ningún concepto debe insultar o descalificar a nadie. Para ello, aunque tampoco estaría justificado, debería, al menos, quitarse la careta.
Algunos de estos anónimos desgranan unas cuantas nociones técnicas a las que suman sus aires pretensiosos y con ello logran un cierto renombre. Los hay que tratando de imaginar sus identidades verdaderas, llegan a creer que tras el pseudónimo se esconde un gran personaje. Lo que puede ocurrir es que no sea tal, sino alguien vil, en cuyo caso más pronto o más tarde se descubrirá, al no poder resistir la tentación de cometer alguna maldad.
Es decir, el mundo de los blogs no es tan fiero como se puede llegar a pensar. Simplemente, hay que estar tan alerta como en el mundo real. Lo que sería grave es que se eliminara la espontaneidad. Esa que, entre otras cosas, permite hacer amigos.
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