Se viene diciendo que la crisis la han originado unos pocos millonarios, con su codicia, y la hemos de pagar entre todos los demás. Esto, en principio, es una simplificación no muy exacta. Para que las cosas fueran exactamente así, todos los que están o han estado en los lugares decisivos tendrían que ser psicópatas. Y tampoco es probable que ello sea cierto, aunque un buen número de ellos ha de haber y desempeñando un papel decisivo además. Demasiado confiados hemos dado en vivir, acaso sea ésta, la de la excesiva confianza, sea una de las lacras de lo que llamamos civilización.
Esa codicia a la que se achacan todos nuestros males presentes no es exclusiva de los ricos, es evidente en personas de todas las clases sociales. No puede criticarse entonces, al menos no con ensañamiento, que quienes han tenido la fruta madura a su alcance no hayan intentado cogerla. Se hace a diario en todas partes. Parece los congresistas estadounidenses han considerado que la mayoría no tiene el porqué pagar los desmanes de unos pocos. A los españoles nos llena de envidia el hecho de que cada congresista vote lo que le parece oportuno, sin atender órdenes de nadie más que de sus electores. Ese detalle es precioso, pero los congresistas, probablemente, se equivocan.
La mayoría sí es responsable de la crisis, porque estando representada por los políticos, a los que ha elegido democráticamente, ninguno de éstos ha sido capaz de prever lo que podía ocurrir, ni tener preparada alguna medida por si las cosas no salían todo lo bien que esperaban. Los políticos son los encargados de imponer las reglas de juego y de velar por su cumplimiento. Esas reglas de juego, con sus múltiples organismos de medición y control, son imperfectas, tienen fallos evidentes, que no se han visto antes porque no convenía y el sistema ha terminado por romperse. O se frena el mal o alcanza a todos. Los ciudadanos no podemos dormitar complacidos aplaudiendo todo lo que hacen los políticos que hemos elegido. Por eso hemos de pagar ahora, porque ellos antes no han hecho su labor.
Esa codicia a la que se achacan todos nuestros males presentes no es exclusiva de los ricos, es evidente en personas de todas las clases sociales. No puede criticarse entonces, al menos no con ensañamiento, que quienes han tenido la fruta madura a su alcance no hayan intentado cogerla. Se hace a diario en todas partes. Parece los congresistas estadounidenses han considerado que la mayoría no tiene el porqué pagar los desmanes de unos pocos. A los españoles nos llena de envidia el hecho de que cada congresista vote lo que le parece oportuno, sin atender órdenes de nadie más que de sus electores. Ese detalle es precioso, pero los congresistas, probablemente, se equivocan.
La mayoría sí es responsable de la crisis, porque estando representada por los políticos, a los que ha elegido democráticamente, ninguno de éstos ha sido capaz de prever lo que podía ocurrir, ni tener preparada alguna medida por si las cosas no salían todo lo bien que esperaban. Los políticos son los encargados de imponer las reglas de juego y de velar por su cumplimiento. Esas reglas de juego, con sus múltiples organismos de medición y control, son imperfectas, tienen fallos evidentes, que no se han visto antes porque no convenía y el sistema ha terminado por romperse. O se frena el mal o alcanza a todos. Los ciudadanos no podemos dormitar complacidos aplaudiendo todo lo que hacen los políticos que hemos elegido. Por eso hemos de pagar ahora, porque ellos antes no han hecho su labor.
1 comentario:
También es posible amigo Vicente, que el propio sistema también falle un poquito. Con esto tenemos que no es que solo seamos responsables por lo que hacen los caraduras de los políticos. Sino que además al haber conseguido llenarnos la barriga a la gran mayoría, están consiguiendo sustentar un sistema un poquito hijodeputa con esta gran mayoría. Vicisitudes del servicio (de la vida en democracia que diríamos).
A ver si esta crisis no solo va a cambiar el modelo bancario, sino también algo mas. Sin crisis seguramente la amiga Rosa Díez sería menos visible.
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