lunes, 11 de enero de 2010

La reelección de Uribe

Hay una costumbre muy extendida, que viene de muy antiguo, y que consiste en establecer primero la conclusión y luego buscar los argumentos que la confirman. Este hábito no parece ser extraño a Álvaro Uribe, el presidente de Colombia. Cuando se la ha dado noticia de que se le critican sus aspiraciones a la reelección, ha respondido que quienes lo hacen no decían nada cuando Colombia se desangraba por la violencia.
Esto es un silogismo falso. El hecho de que ayer no se escucharan esas voces no significa que cualquier opinión que emitan hoy sea inválida. Más bien significa que ahora que Colombia parece ir por el buen camino, hay interés en que no pierda la senda. El mejor servicio que puede hacer un gobernante a su país es respetar las leyes. Si Uribe ha podido combatir al narcoterrorismo es porque los ciudadanos colombianos lo desean y por ese motivo le han dado su apoyo, sin el cual le hubiera resultado imposible. Después de él, otros habrán que tratarán de igualarlo o mejorarlo. Y si no hay nadie capaz habrá que comenzar a pensar que Colombia no tiene remedio.
Pero Álvaro Uribe ha dicho otras tonterías, que aunque no llegan a ser tan graves como las de su vecino Hugo Chávez, sí que son preocupantes. Nada menos que ha dicho que la reelección va a depender de Dios, el pueblo y la Corte. Muy creyente no debe de ser, porque si dependiera de Dios, que lo puede todo, ya no serían necesarios la Corte ni el pueblo. Pero lo más probable es que Dios debe de fruncir el ceño cada vez que se sabe utilizado de una forma tan burda. Lo cierto es que cuando alguien pone a Dios como argumento o excusa dan ganas de echar a correr, porque el hecho indica que quien lo hace se cree por encima de los demás.

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