En cierto portal aparece la noticia,
colocada en lugar preferente, de que Ignacio Gabilondo ha dado un
palo a no sé quién.
Lo que me ocurre con este Gabilondo es
que la última vez que vi un vídeo suyo me dormí de forma
fulminante. Se podría pensar que fue una coincidencia que ocurriera
así y que el motivo de que me durmiera sería debido a alguna
patología, pero no es así. Basta con que vea una foto de este
caballero para que me invada un sopor insuperable. He de apartar la
vista de su cara inmediatamente para volver a la normalidad. Esa
seriedad suya, que yo calificaría como asnal, me supera.
Tiene una voz muy bonita, que le permite
disimular la vacuidad de su discurso. Lo suyo es la nada expresada de
forma solemne. Lo políticamente correcto expresado con tal
solemnidad que parece que esté diciendo algo sustancioso.
No debe de ser casual que en lugar de
escribir artículos se exprese de forma hablada. Sin su voz no es
nadie.
Pero es que hay otra cuestión más.
Podría proveerme de una cafetera llena de café bien cargado para
enterarme de en qué consiste ese palo que dicen que ha dado. Pero
ocurre que lo ha hecho en el periódico global que en estos momentos
está dirigido por una señora que no me puede caer bien. Vengo
leyendo desde hace muchos años a algunos columnistas y siempre lo
hacía con mucho agrado y con ganas de seguir leyendo lo que
escribieran. Desde que esa señora se ha hecho cargo del periódico
(global) ya no me gusta leerlos. Los está estropeando. Antiguamente,
se les podía considerar independientes, con criterio propio. Ella
nos ha demostrado que eso era una ilusión. Ahora ya no se lo creen
ni ellos mismos. Conque en el caso de quienes no lo han sido ni
parecido nunca...