Sánchez envilece a toda aquella persona que cae bajo su influjo, y si ya era vil desde antes la empeora, ese es su legado a la sociedad.
Ha desnudado al PSOE. Esos socialistas acostumbrados a ir por el mundo con la cabeza y mirando desde arriba a los demás, porque ellos eran los buenos, hacen ejercicios malabares en el campo de la retórica para justificar a Sánchez, pero en realidad para justificarse a sí mismos por no tener valor para defender sus supuestos principios, por dejarse enlodar de forma pasiva, sin mostrar ninguna resistencia.
A Pilar Alegría le ha tocado el papelito de dar la cara, y la da. Falta saber si es consciente de lo que dice, que seguramente no. O sea, que su señorito, ese patán que es el peor presidente del gobierno de toda la historia de España, está dispuesto a cometer todas atrocidades e ilegalidades que hagan falta para seguir durmiendo en la Moncloa y a ella no se le ocurre más que burlarse de Feijóo. ¿Es consciente ella de que falta al respeto a los españoles, también a los que han votado al PSOE? Seguramente no.
Ningún componente de este gobierno, ahora en funciones, tiene la menor idea de lo que es la educación, el respeto al prójimo o el cuidado de las formas. Tampoco sabe ninguno lo que son las buenas intenciones.
Algunos de los socialistas de los años 80 sabían comportarse de forma muy educada, y si vivieran hoy no resistirían estar dentro del partido. Es imposible que Pedro Aparicio, Félix Pons o Francisco Fernández Ordóñez pudieran aceptar tanta chabacanería, tanta falta de clase, tanta vileza puesta al descubierto.
Sánchez no tiene estilo, no tiene elegancia, no tiene modales, ni educación. Parece salido de un establo. Es capricho, malcriado y carece de autocontrol. Y los socialistas soportan eso. Si viviera Tierno Galván y constatara tanta ignorancia… O Jorge Semprún...