Dice
Esteban González Pons que le revuelve las tripas que se le haya
concedido la libertad condicional al infame etarra que está en la
boca de todos. Pero que es la ley, añade, para que sepamos de qué
parte está y no nos hagamos ilusiones.
A
mi revuelve las tripas que abunden los tipos como Pons en la política
española, pero al contrario que él, no tengo más remedio que
aguantarme.
Si
fuera cierto que se le revuelven las tripas a este político tan como
los demás políticos españoles, abandonaría la política y se iría
a casa. Pero, como he dicho antes, no debemos hacernos ilusiones:
toda la fuerza se le va por la boca. Como a aquel eminente político
socialista que escribió una tribuna en El País en contra de una
iniciativa que había anunciado Zapatero, pero cuando se debatió en
el Congreso de los Diputados votó a favor de ella.
El
juez que ha concedido la libertad al infame etarra ha empleado en su
argumentario la palabra dignidad. Otra vuelta de tuerca más. Este
juez nos podría haber ahorrado la vergüenza, podría haber dicho
que se la concede porque ha visto volar una golondrina. O una
lechuza. Qué más da. Pero que suelte a un etarra por dignidad
merece que se evoque a Sócrates. O sea, que hiciera un paréntesis
en su descanso eterno y que aclarara con el juez el concepto de la
dignidad y con Pons que dialogara sobre las tripas. Quizá el
concepto que tiene Pons de las tripas sea muy sugerente.
Otra
de las chorradas que ha dicho el tal Pons es que lo importante es que
la ley se aplique igual al ciudadano, que a la ciudadana, que al
monstruo. Eso no se lo cree ni él. Los etarras tienen privilegios
sobre los demás presos. Y son los peores.