Quieren quedar como gente razonable, pero no hay manera. No me importa que vengan todos los moros que quieran y quepan siempre y cuando se dejen el islam en su tierra. Estamos en España, tierra de acogida, aunque últimamente nos la están convirtiendo en tierra de tontos.
Me refiero, lógicamente, al artículo con el que Savater intenta quedar bien con estos sementales -muchos de ellos lo son y no los suelen pillar casi nunca-, pero la intentona no cuela. Al menos, en mi caso no. Soy un antiguo admirador de Savater, hasta que se dejó enredar en la traición que acabó dando dando al traste con UPyD. Estaba en medio, entre Ciudadanos y UPyD, sin estar en ninguno. Estas jugadas se nos pueden escapar a los de la periferia. El caso es que cuando estaba escribiendo La del alba, cuya temática entra de lleno en las preocupaciones sobre las que suele abundar él, soñaba con que me lo quisiera presentar. Sin embargo, terminado el libro intenté hacerle la propuesta a través de tres personas muy cercanas a él. No es necesario que diga los nombres y también dejo en suspenso que realmente le comunicaran mi propuesta, aunque supongo que sí lo hicieron.
Ninguno de los tres supo que lo había intentado con otros dos. En sus respuestas, todos dejaron claro que entre la amistad de Savater y la mía, prefieren la de él. No era necesario ni elegante que hicieran notar esto, pero les dio por ahí.
No tengo ningún resquemor sobre el caso, porque a grandcs males, grandes remedios. Todo salió maravillosamente bien y quedé más que satisfecho. Los del extrarradio no nos damos cuenta del juego que se llevan los de dentro. Y está bien que lo sepamos porque nuestra fuerza consiste en saber encontrar la verdad y poderla transmitir luego de modo que todos la entiendan.