Según las tesis de ese prodigio de
inteligencia que es el ecuatoriano Correa, admirador de Chávez, como
Maduro, Iglesias, Monedero, Morales, los medios catalanes están al
servicio del pueblo, que es quien les paga mediante los impuestos que
luego se convierten en subvenciones.
Claro que el pueblo lo paga, le guste o
no le guste -y para comprobar esto no hay más que fijarse en los
periódicos que venden-, pero luego son unos pocos los que deciden a
quien le dan la subvención y a quien no.
Cuando sacaron el editorial conjunto,
cuya autoría se le atribuye a Juliana, se cubrieron todos de gloria.
En Cataluña cada cosa se va poniendo en su sitio: una prensa
ridícula encomiando la labor de un gobierno ridículo.
Y peor aún. Con respecto al atentado de
las Ramblas, que pudo y debió evitarse, van apareciendo patrañas y
mentiras sin cesar.
La petulancia, el querer mostrarse al
mundo como un Estado, cuando saben que no tienen nada, ni bancos, ni
empresas, ni razón, ni derecho por derechos históricos ni de ningún
otro tipo, ha tenido consecuencias trágicas. En lugar de comportarse
como personas responsables, lo hacen de modo infantil.
Para colmo, ese presidente enloquecido ha
ido a Dinamarca, a hacer el ridículo una vez más, pero malgastando
mucho dinero y siendo desleal con los españoles que se lo dan,
porque disfraza una embajada de otra cosa, con el fin de saltarse la
legalidad.
Quien se salta la ley a sabiendas, con
dinero público, es un mamarracho y quien lo hace de modo continuado
es un mamarracho que no tiene remedio.
Ya tiene trabajo la prensa subvencionada
tratando de explicar esto a sus lectores. Y no es sólo el
presidente, sino todo el gobierno catalán. ¿Cómo se pueden tomar
en serio sus amenazas y bravatas? Sólo se puede sentir lástima por
los que creen que va en serio.