Si
se observan los logros de la humanidad, las grandes obras de la
literatura, la pintura, los avances de la ciencia, es fácil caer en
la tentación del envanecimiento.
Pero
si se acerca un poco más la lupa, se observa que la humanidad se
divide en dos: Una parte de ella analiza, indaga, se hace preguntas,
tiene muchas dudas, y la otra parte no se detiene en menudencias, se
adapta al terreno, como un tigre, un caracol, una lagartija, un pez,
bueno, el pez se adapta al agua, no al terreno.
Situadas
las cosas en este punto la cuestión pasa por averiguar en cual de
las dos partes está un, si en la de quienes no se complican la vida
o entre los que tienen la irrefrenable de tendencia de analizar
cualquier cosa de la que tengan conocimiento.
Y
aquí, al análisis es adonde quería ir a parar, porque eso fue lo
que hizo Albert Boadella, analizar cierto tipo de sonrisa, y se
sintió ridículo, por que no tuvo más remedio que darse cuenta de
que se sustenta en una serie de sandeces de las que se dio prisa en
abdicar.
Es
curioso que el título que ha dado al escrito en el que lo cuenta sea
Manifiesto
de un traidor a la patria. Pero hay que convenir con él en que
es bueno tomarse estas cosas con guasa.
Es
también en este artículo en donde cuenta las costumbres de cierto
milhombres bajito y cabezudo. ¿Cómo catalogar el hecho de que
tuviera un dossier? ¿Y que lo pida con total despreocupación? Se
conoce que cuando alguien se envuelve con la bandera ya goza de
impunidad y de inmunidad y puede pasear por el mundo, con total
desvergüenza, sus miserias, porque hay un número importante de
personas que no mira nada más que la bandera.
Volvemos
a lo del hombre y el mono.