Una serie de personajes mundialmente
conocidos han estampado presuntamente (porque, como diría Rajoy, a
mí no me consta) su firma en un documento en que se pide que se deje
votar a los catalanes. Me reservo el calificativo moral que me
merecen esas personalidades.
No se han detenido a pensar en el asunto
o no les importa el afán destructivo e insolidario que contiene.
Ellos mismos, los supuestos firmantes, son insolidarios, puesto que
quienes viven oprimidos, angustiados, temerosos de perder sus
trabajos, y algo más, son los buenos catalanes, los demócratas,
los que cumplen las leyes.
Estos supuestos firmantes son los que,
enloquecidos, como si Nerón se hubiera reencarnado en cada uno de
ellos, y se aprestaran quemar Roma con todo lo que hubiera dentro.
Creo que a uno o dos de los supuestos
firmantes se les dio el Premio Nobel, con lo cual el desprestigio de
estos premios va en aumento.
Piden que se deje votar a los catalanes,
englobando en esa locura colectiva a todos los catalanes, cuando,
como he dicho antes, los hay que son muy sensatos, equilibrados,
respetuosos y educados.
Piden que se deje votar a los catalanes,
como si votaran menos que los murcianos, los castellano-manchegos o
los riojanos, pongamos por caso. Los catalanes votan igual que todos
los demás españoles.
La democracia es una palabra muy
pisoteada, envilecida, tergiversada y burlada en la Cataluña actual,
que está en manos de unas personas que no respetan nada, que están
llenas de mala fe, pero hablan de buena fe, esa que también les
falta a los firmantes, supuestos, del citado escrito.
«Se dice que hay democracia en un lugar
cuando alguien que opina lo contrario que la mayoría puede pasear
tranquilamente por sus calles». Como saben todos los que lo quieren
saber, eso no ocurre en la Cataluña actual, ni puede ocurrir, porque
los catalanistas están enloquecidos.