Se concentraron miles de personas en
Pamplona en apoyo a los detenidos por la agresión a los guardias
civiles y sus parejas en Alsasua.
Una de las frases del discurso que fue
leído consistió en una crítica de “la satanización hacia
nuestro pueblo”, crítica que no se sostiene, puesto que ese
pueblo, o sea, la parte canalla de ese pueblo se sataniza solo, no
necesita que lo haga nadie, como lo demuestra la propia concentración
en defensa de unos cobardes delincuentes. Si quienes se manifestaron
no fueran hijos de Satanás estarían avergonzados por ese hecho que,
junto con la respuesta de los vecinos, ha demostrado que Alsasua es
un pueblo maldito.
Esos portavoces, además, calificaron la
cobarde y vil agresión en un hecho fortuito, con lo cual, una vez
más, demostraron su catadura. Añadieron que se pretende machacar a
la juventud, o sea, que aplicar la ley significa eso. Hay que ser
borde para hacer semejante afirmación. Y acallar reivindicaciones
completamente legítimas y con esto se da la razón a quienes
califican la cobarde y vil agresión como un acto terrorista.
Los padres de los agresores están
satisfechos de que sus hijos se hayan comportado con esa vileza y esa
cobardía, con lo cual está clara la procedencia del ensañamiento y
el ejemplo que han tenido en el transcurso de sus vidas.
Pero se refieren a todo un pueblo y eso
es mentira. Yo conozco a un buen número de vascos decentes. Muchos
de ellos se han tenido que ir del País Vasco, por el olor a gallina
que tenían que soportar cada día. A veces vuelven y les da pena lo
que ven por las calles, lo que oyen, lo que adivinan. Otros se han
tenido que quedar, porque no tienen posibilidad de cambiar de aires,
pero procuran, por todos los medios, no contaminarse.
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