Es curioso, o quizá no tanto, que la
patronal catalana defienda los derechos de los trabajadores y que
CC.OO. se desentienda de ellos. De cualquier modo, esa es la realidad
y cabe sospechar que desde siempre.
Aunque aparentemente el sindicato pueda
haber defendido ciertos derechos de los trabajadores que la patronal
haya querido minimizar, podría ser que CC.OO. tuviera unos intereses
que estuvieran por encima de aquellos a los que dice defender, como
sugiere el hecho de que ahora ha dicho que el referéndum es tan
legítimo como necesario, cuando todo el mundo sabe que ni es
legítimo, ni es necesario, y para quienes aleguen que no lo saben
cabe remitirlos al informe que han emitido los servicios jurídicos
de la patronal sobre el particular.
Con
respecto a lo que se propone hacer la Generalidad ha dicho la
patronal que
es:
«un
ejercicio de enorme irresponsabilidad política de consecuencias
impredecibles».
Entre
esas consecuencias está la de que muchas empresas tengan que cerrar
y otras reducir plantillas drásticamente, cosa que no parece
importarle al sindicato de inspiración comunista.
Algún
día aparecerán historiadores que dediquen su afán a investigar el
fracaso de los sindicatos en España y entre los asuntos a investigar
estará el de los motivos por los que teniendo herramientas para
prever el estallido de la burbuja inmobiliaria, con
las graves consecuencias que tuvo para los trabajadores, y no
emprendieron acciones legales por su cuenta, ni se sumaron a las que
emprendió UPyD.
Por
su parte, la patronal habría emitido un documento magnífico, si no
fuera por la chorrada final: «la
legítima reivindicación catalana del
reconocimiento
de su singularidad dentro del Estado español».
¿En que se basa esa singularidad, en el ADN, como dice aquel memo?
¿En
el arte del lloriqueo?
No
es propio de los espíritus democráticos pretender ventajas y
privilegios sobre los demás. Un pueblo cosmopolita y avanzado
debería olvidar esas actitudes tan retrógradas.
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