Fue ayer cuando Raúl del Pozo dijo que se le ha ofrecido a José María García que tome el relevo de Federico Jiménez Losantos y se haga cargo del programa ‘La mañana’ en la Cope. Añade del Pozo que García llegó a ganar 2000 millones de pesetas al año, casi más que Cela en toda su vida, remacha, para que nos hagamos una idea de la cuestión. Dijo también que García se tomará un tiempo para pensarlo, puesto que no quiere ser sustituto de nadie.
Pero lo que creo que interesa es la comparación con Cela. En el ‘Dardo en la palabra’, de Fernando Lázaro Carreter hay una proporción casi similar. Se cuentan por decenas las alusiones al popular locutor deportivo, mientras que Cela sólo es aludido una vez, si no recuerdo mal, y por un asunto que es, como mínimo controvertido, puesto que se refiere al término restaurador, que al premio Nobel no le gustaba para los dueños de los restaurantes. Quizá este detalle sirva pueda dar alguna idea acerca de la diferencia de beneficios entre uno y otro.
Se hace eco también del Pozo de una leyenda urbana muy lograda y que resultaría bastante ilustrativa, ya que cuenta que cuando el cardenal Tarsicio Bertone iba a Barajas escuchó La mañana y fue cuando dijo: ‘Hay que destituirlo inmediatamente’. Ilustra sobre el modo de proceder de la Iglesia y también viene a demostrar la existencia del Espíritu Santo, porque ¿quién sino le indujo a escuchar La mañana? El que debió fallar fue el ángel de la guarda de Federico, ya que en ese momento debería haberle hecho hablar de algún asunto suave, o hacer que llegara la hora de la publicidad.
La cuestión es que si vuelve José María García, y dado que Fernando Lázaro Carreter ya no está, alguien debería aprovechar el enorme filón que constituyen los hallazgos verbales del popular locutor. Pienso que Pancracio Celdrán Gomariz podría llenar con ellos varios tomos de mil páginas.
Pero lo que creo que interesa es la comparación con Cela. En el ‘Dardo en la palabra’, de Fernando Lázaro Carreter hay una proporción casi similar. Se cuentan por decenas las alusiones al popular locutor deportivo, mientras que Cela sólo es aludido una vez, si no recuerdo mal, y por un asunto que es, como mínimo controvertido, puesto que se refiere al término restaurador, que al premio Nobel no le gustaba para los dueños de los restaurantes. Quizá este detalle sirva pueda dar alguna idea acerca de la diferencia de beneficios entre uno y otro.
Se hace eco también del Pozo de una leyenda urbana muy lograda y que resultaría bastante ilustrativa, ya que cuenta que cuando el cardenal Tarsicio Bertone iba a Barajas escuchó La mañana y fue cuando dijo: ‘Hay que destituirlo inmediatamente’. Ilustra sobre el modo de proceder de la Iglesia y también viene a demostrar la existencia del Espíritu Santo, porque ¿quién sino le indujo a escuchar La mañana? El que debió fallar fue el ángel de la guarda de Federico, ya que en ese momento debería haberle hecho hablar de algún asunto suave, o hacer que llegara la hora de la publicidad.
La cuestión es que si vuelve José María García, y dado que Fernando Lázaro Carreter ya no está, alguien debería aprovechar el enorme filón que constituyen los hallazgos verbales del popular locutor. Pienso que Pancracio Celdrán Gomariz podría llenar con ellos varios tomos de mil páginas.