miércoles, 16 de agosto de 2023

El estruendo que no se oye

 

La idea de las Autonomías habría sido muy buena si se hubieran puesto los medios para que no pudiera ser más que lo que se pensaba que tenía que ser. O sea, que el comportamiento de todas las Comunidades Autónomas iba a ser disciplinado y solidario.

Pero había mucha gente aviesa en el asunto, así que no podía salir otra cosa diferente de lo que ha sido: un desastre absoluto. Es que, además, en los casos en que los dirigentes autonómicos, algunos de ellos, han sido bienintencionados, o se les puede considerar así, en lo que más han destacado ha sido en la incompetencia.

Veamos el caso de la sanidad pública, sobre la que se hace tanta publicidad, denigrando de paso a la privada, con el evidente fin de no fije la mirada en el desastre. La sanidad pública está hecha unos zorros porque no hay dinero para ella. Hay dolencias y necesidades que no cubre porque no hay dinero.

No lo hay porque se derrocha en cosas vanas que no reportan ningún beneficio a los ciudadanos. Seguramente, la televisión española cuesta más dinero que todas las privadas juntas. Lo digo por intuición. Y encima está al servicio de una sola persona, no de quienes corren con los gastos.

Lo mismo se puede decir de las televisiones regionales, que están al servicio del gobierno local. Ese ruido que hace el gasto inútil no se oye, pero cuesta vidas. Si el dinero se gastara como debe, la calidad de vida sería mucho mejor. Es criminal que no se haga así. Nadie tiene en cuenta las prioridades desde el punto de vista moral y ético.

Como dijo Alberto Fabra cuando cerró la televisión valenciana: o sanidad o televisión.

Lo mismo cabe decir de las Autonomías. Suponiendo que todas se comporten de forma leal con el Estado y gasten lo mínimo posible, más pronto que tarde habrá que suprimirlas: o Autonomías o estado del bienestar.

Esos libros míos

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