Hay que fijarse en un detalle: propugnaba la justicia independiente, para que los jueces y los magistrados pudieran tomar decisiones basadas en la ley y en la aplicación objetiva de la justicia, sin interferencias políticas, económicas, ni de ninguna otra índole.
Aquí ya hay un motivo para que ni Pedro Sánchez ni Yolanda Díaz hayan condenado el asesinato. Quizá haya más.
Su lema: «Es tiempo de valientes», tampoco puede gustar a los cobardes.
Otra de sus propuestas, todas en beneficio de los ecuatorianos, al contrario de lo que sucede en España, cuyo gobierno solo ha favorecido a grandes delincuentes, como los terroristas, de ahí el grito ¡que te vote Chapote!, pederastas, violadores, golpistas, okupas, etcétera, se ha gastado todo el dinero de los pobres, a los que dice defender, y ha endeudado a las futuras generaciones hasta el punto de quizá se vean sin el estado del bienestar, consistía en tomar el control de las reservas petroleras, expulsar a las mafias intermediarias, y emplear los beneficios obtenidos del petróleo en educación, sanidad, obras públicas, etcétera.
Seguramente, todas esas propuestas no han sido del agrado de Maduro, Petro, AMLO y demás amigos de Zapatero y Garzón.
El hecho de que Ecuador haya pedido ayuda al FBI deja clara la naturaleza del asunto.
Ahí hay un negocio muy grande y Villavicencio parecía empeñado en desmontarlo. Grupos más poderosos que el propio Estado del Ecuador han querido lanzar un aviso. No se trataba solo de impedir que el candidato llegara al poder, lo que quizá no habría hecho. No era el favorito a ganar las elecciones.
Lo que han querido dejar claro los poderosos que han ordenado su asesinato es que no van a consentir discursos como el de Villavicencio. Han querido asustar a quienes pretendieran tomar el relevo. Es por eso que en Ecuador se considera este asesinato como un acto terrorista.
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