lunes, 29 de abril de 2019

Pesadillas

He tenido pesadillas esta noche. Ni siquiera recuerdo cuando fue la vez anterior que me ocurrió algo igual. Las pesadillas no han tenido que ver con la política, sino con asuntos familiares de segundo o tercer grado, pero sí que es posible que haya tenido influencia porque anoche me fui a dormir muy disgustado.
Los hay que no sé si son gilipollas o cursis porque dicen que el pueblo no se equivoca nunca. ¿Cómo que no se equivoca? Un número muy elevado de votantes, de derechas y de izquierdas, vota por capricho. Consecuentemente con esto, no se sienten responsables cuando el político al que han dado su voto provoca una catástrofe o perpetra alguna maldad. Piensan que con votar a otro la siguiente vez redimen su culpa. Pues no, puesto que el daño hecho suele ser persistente, a menudo irrevocable.
La democracia precisa imperativamente de ciudadanos adultos y responsables. Lejos de eso, hay quien propone que se pueda votar a partir de los 16 años.
El personal todavía no se ha dado cuenta de que no se trata de votar al mejor partido, sino al mejor candidato. O al menos malo. En esta ocasión ha optado por alguien, Pedro Sánchez, que no me extrañaría nada que fuera psicópata, habida cuenta de su absoluta falta de escrúpulos, de su obsesión por no decir jamás la verdad, de su desvergüenza y de su ambición sin límites.
Ha estado en el escaparate durante el tiempo suficiente para que se vea quién es y hasta dónde está dispuesto a llegar con el fin de lograr sus propósitos. Su capacidad de derroche es ilimitada: ¡se gasta el dinero de los pobres!, no tiene miramientos con ellos. Tampoco los tiene con los pensionistas; se burla de ellos diciendo que va a blindar las pensiones, pero si se gasta el dinero que hay para pagarlas sus promesas se van a quedar en agua de borrajas.
No es que España tenga impulsos autodestructivos, es que su Sistema permite partidos antisistema y eso lo distorsiona todo y surgen personajes como este.

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