Ha escrito un artículo muy bien
intencionado al que ha bautizado como ‘Gana la lengua más
afilada’, en el que afirma que todo partido es partidista y que el
nombre ya lo indica.
Eso es así en la práctica, pero como
fruto de la degradación o perversión humanas. En la teoría, todos
los partidos deberían pretender el mismo fin, el bien de la
sociedad, pero cada uno utilizaría para ello una fórmula distinta,
un camino diferente para llegar a la misma meta.
Luego resulta que todo eso se convierte
en la lucha por el poder y el reparto de cargos, prebendas y
privilegios, y aquí sí que los partidos actúan de forma
partidista. Pero no hay que dar esto por bueno y por irremediable,
hay que reprocharles a los políticos que actúen de ese modo tan
perverso.
Por otro lado, y siguiendo el hilo de
Chantal Maillard, hay que añadir que la democracia no es ni puede
ser un sistema perfecto, lo que ocurre es que todos los demás son
peores. Y ya se ha visto cómo todo termina degradándose aunque se
haya iniciado de la mejor buena fe.
La irrupción de las redes sociales,
además, ha servido además para que los enemigos del bien, o sea,
los malos, tengan el campo abonado para hacer todo el daño que
pueden. La democracia todavía no ha aprendido a defenderse de esto.
Ni siquiera, cabe añadir, se ha dado cuenta de que debe defenderse.
Por otro lado, en España se permite que
partidos antisistema, y son muchos, sean admitidos por el sistema y
puedan, desde dentro, atentar contra él. Es como cuando para evitar
que se cometa injusticia con los delincuentes se protegen tanto sus
derechos que se perjudica a los honrados. Para querer ser más
demócratas que nadie se les dieron armas a los antidemócratas, y
con ellas acorralan a los demócratas.
En algo acierta Chantal Maillard, el
personal no medita las cosas y aprecia como demócrata lo que no lo
es.
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