Ha dicho alguien que jamás habríamos
podido imaginar en su día que acabaríamos echando de menos a Carod
Rovira, pero que eso ha sucedido por obra y gracia del insoportable
Rufián.
Pues no es así, puesto que Carod Rovira
fue en su día todo lo imbécil que se podía ser. Recuérdese que
fue en coche oficial a pedirle a la banda terrorista ETA que no
atentara en Cataluña. Actitudes como las que mantiene Rufián no las
habrían tolerado en aquel tiempo ni los propios catalanes. En la
actualidad sí porque parte de la sociedad catalana está tan
enloquecida que da pena. Digamos que está llegando al final de su
delirio narcisista. Está matando además al dialecto (Miguel
Batllori dixit) catalán. Se les ha dicho, y se lo han creído, que
si se cambia la lengua de un pueblo, se cambia su alma y eso no es
cierto. No lo es porque las lenguas y los dialectos son flexibles y
se adaptan a las necesidades de los hablantes.
Hoy en día la sociedad catalana es capaz
de soportar las rufianadas e incluso aplaudirlas y celebrarlas, pero
es que incluso la sociedad española consiente que los etarras sean
socios del gobierno, y ahí está uno de ellos, Otegui, pide el voto
para Pedro Sánchez y esa debería ser la noticia que abriera los
ojos a muchos, pero que si quieres arroz Catalina, aquí ya un
sinvergüenza redomado, que se dispone a arruinar el país para los
restos, se presenta como hombre de Estado y se le cree. O sea, lo
hace una porción elevada de ciudadanos sobre cuya salud mental cabe
tener muchas reservas. Que Otegui pida el voto para Sánchez y no
para su amigo Iglesias es significativo.
Dado su historial, es evidente que si
Carod Rovira estuviera hoy en primera línea política se comportaría
con tanta bajeza como Rufián, Junqueras o Tardá. Les dijo Arrimadas
que en su partido hay terroristas.
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