El catalanismo es una enfermedad que, como otras similares, se nutre del odio. Esto se vislumbra fácilmente si se piensa que celebra derrotas, que además son inventadas. Intenta por todos los medios imponer una lengua en cuya composición tuvo una influencia notable el odio al resto de España, sentimiento que, por otra parte, no esconde ninguno de los catalanistas. Esa lengua, a pesar de todos los millones gastados en su promoción, cada vez es menos hablada. Y es lógico que sea así, puesto que el personal elige en cada momento la lengua que más le conviene.
Cuando se convoca una manifestación ‘por la lengua’ suelen hacerlo gentes enfermas. No digo que lo hacen siempre porque hubo una en Valencia, multitudinaria, para protestar por la injerencia del catalanismo. Esas muchedumbres fueron traicionadas poco más tarde por Zaplana y ahora el catalanismo ya tiene mucha presencia en la Comunidad Valenciana, lo cual es muy peligroso. En donde se implanta comienza el declive. Hay que comprender que se dedican mucho dinero y muchos esfuerzos a estudiar algo que prácticamente carece de utilidad, al tiempo que se intenta lavar el cerebro a los alumnos.
Pues ya tenemos a una organización catalanista, que cuenta en sus filas con muchos profesores de catalán, a los que lógicamente interesa que se propague la enfermedad, convocando manifestaciones y hablando de derrotas, insuflando odio a los alumnos y a sus padres. Imponer la racionalidad con estas gentes por en medio es muy difícil, entre otras cosas porque enfrentarse a ellos es penoso, ya que jamás dan su brazo a torcer -les va el negocio en ello- y nunca ceden en su intento manipulador.
Hay que confiar en que los estudiantes que optan por la racionalidad obtengan mejores notas que los catalanistas, lo cual obligue a los padres de estos a reconsiderar su actitud, aunque tampoco se espera que sean muchos los que lo hagan.
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