lunes, 22 de octubre de 2007

Más sobre la última de Esperanza Aguirre

Escribí mi entrada anterior basándome en la información que dio El País, poniendo el enlace del artículo. Si hubiera sabido que El Mundo también la daba, la hubiera leído para contrastar. Creo que el diario de Pedro J. no la llevaba en la portada y El País sí. Entre las informaciones de ambos diarios hay una pequeña diferencia, ya que cada uno da a entender que la conversación la inicio una persona diferente. Pero la noticia de El País contenía elementos de suficiente peso para tratar la cuestión. Venía entrecomillada la frase "No sé si os va a gustar lo que voy a plantear, pero creo que se debe dar un trato humano a [Federico] Jiménez Losantos"; lo del trato humano volvió a repetirse y también venía entrecomillada la frase del rey “Es intolerable”. Estas frases textuales también las reproduce El Mundo. No es lo mismo defender la libertad de expresión que pedir al rey que dé un trato humano a alguien. Esta petición es una evidente grosería, dato que corrobora el rey con su “Es intolerable”. De otro lado, Federico Jiménez Losantos no es ningún pobre al que se pueda atropellar sin riesgo, de modo que es imposible que alguien lo trate de forma inhumana. Conviene tener en cuenta también el medio en el que Federico Jiménez Losantos vierte sus críticas o afirmaciones. Tengo entendido que no es católico, aunque trabaja en la COPE. Aunque ya dije que hace bastante tiempo que no le escucho, y tampoco a quienes compiten con él, no paro de leer cosas sobre su programa y modo de hacer. Parece que no concuerda con lo que se espera de una radio propiedad de la Iglesia. A algún profesor de religión han despedido los obispos por menos. Se puede defender la libertad de expresión y se puede mostrar perplejidad por la actitud de los monseñores. Se conoce que el programa tiene dos cosas que son de su agrado, desgasta al gobierno socialista y gana dinero. Ninguna de ellas tiene que ver con la alta misión evangélica que se le supone a la Iglesia. Por su parte, está claro que Esperanza Aguirre defiende más sus propios intereses que la libertad de expresión.

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