Una imagen vale más que mil palabras, de modo que la fotografía con la que The Economist ha ilustrado su artículo es más que suficiente.
Sus lectores habrán sentido espanto y alivio. Espanto porque realmente da miedo. Esa foto por sí misma serviría para justificar que ser reabrieran los manicomios, por lo menos uno. Alivio, por no tenerlo como presidente. ¡Claro que sentirán compasión por los españoles!
El caso es que la foto le hace justicia y no es que hayan estado esperando el momento en que se descuide, sino que cada vez que alguien le dice las verdades se pone así. Todos los que trabajan cerca de él ya llevan cuidado. Tienen preparadas las mentiras que funcionan.
Todo lo demás que dice este medio británico no es nada comparado con lo que se dice por aquí por parte de aquellos a los que no tiene bajo control. El mismo Torra, cuyas facultades mentales no parecen en buen estado, le hizo un retrato que no le debió de gustar mucho al interesado, pero se lo aceptó porque necesitaba su colaboración. Claro que Sánchez soñaría con hacerle una trastada gorda, una traición que le doliese en el alma, pero lo sigue necesitando, no directamente a Torra, pero sí a su entorno.
Sánchez, que tiene bien ganado el mote de Felón, presume de resistente, entre otras muchas cosas -también de guaperas y no entiende que siendo tan agraciado dé tanto asco-, pero tiene miedo al día después. Se entiende que sea así, puesto que no se le conoce ninguna habilidad, aparte de la traición, la mentira y la desvergüenza.
Pero si el porvenir de Sánchez para cuando deje el gobierno es feo, peor es el de España, que tendrá grandes dificultades para arreglar todo lo que ha destrozado este sujeto tan nefasto, al que su partido no ha sabido ni querido contener.
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