Sabemos que la función del cerebro no es la de enseñarle la verdad a su dueño, sino ayudarlo sobrevivir, para lo cual le presenta las cosas del modo que le resulte más conveniente. Tampoco la memoria se afana en recordarlo todo, sino que tiene a ser selectiva y a olvidar o desfigurar lo que interesa. Un etarra no puede recorrer libremente todos los espacios de su memoria, por motivos obvios.
Mucha gente piensa que tras la muerte no hay nada. Este supuesto es posible que sea cierto, pero no se puede asegurar, porque nadie ha vuelto del más allá para contarlo.
Hay más hipótesis, todas con las mismas posibilidades de ser ciertas que la anterior. Veamos una:
Tras su muerte, el asesino de Miguel Ángel Blanco comprende que su cerebro, lógicamente, ya no tiene la misión de ayudarlo a sobrevivir, sino que le muestra la realidad tal cual es. Por su parte, la memoria se lo muestra todo, sin que pueda cerrar los ojos para no ver, ni dejar que transcurra un tiempo que ya no existe, para que aparezca otro episodio, sino que los ve todos a la vez. Está viendo la crueldad de su asesinato, el dolor causado y también la estupidez y la sinrazón de los motivos que le llevaron a ello. Su cerebro le ,dice que fue un acto vil y que es un cobarde, un sanguinario despreciable.
Ver su realidad le resulta muy doloroso, pero se trata de hechos que llevó a cabo en vida, de los cuales se sintió muy satisfecho entonces y que cuando tuvo ocasión se reafirmó en su decisión de hacerlos y no se arrepintió jamás.
También ve a sus víctimas, a las que mató y observa la paz en sus rostros y comprende que el dolor que les infligió, de forma tan injusta como innecesaria lavó todas las culpas que pudieran tener anteriormente.
El asesino lamenta no haber utilizado su imaginación en vida para prever esta posibilidad.
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