Marzá odia a los valencianos

 

He puesto que odia a los valencianos porque forma parte del gobierno valenciano, pero, en realidad, odia a todo el mundo, porque esto es lo que ocurre cuando alguien se deja colonizar por este sentimiento. Esto es impensable entre las personas que se precian, pero éstas son cada vez más escasas. A la vista está con la clase política que tenemos, que es como un reflejo de la sociedad.

Marzá odia a los valencianos como lo demuestra el hecho de que intenta imponerles por las bravas el engendro de Pompeyo Fabra. Para ello se sirve del dinero de los valencianos, pero no cabe decir que a través de la recaudación de Hacienda, porque no lo utiliza de modo provechoso para los contribuyentes, sino que puede decirse, sin reparos de ningún tipo, que se trata de dinero confiscado a los ciudadanos, porque es utilizado por este gobierno valenciano, tan nefasto como el de Sánchez, de modo caprichoso y dictatorial. Se trata de malgastar el dinero y las energías de los valencianos para un fin tan inútil como improductivo, mientras quedan sin atender necesidades perentorias y decenas de miles de personas tienen la ruina como horizonte. Sobre esto último cabría hacer la apostilla de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y que la experiencia tenida con Zapatero debía haber puesto sobre aviso a las gentes, pero también es verdad que Camps, esa inutilidad megalomaníaca, ayudó en gran medida a que ocurriera todo esto. Camps ha hecho mucho mal a los valencianos. Y ahora, por su culpa, hemos de sufrir a ese que lleva la márfega escondida debajo del peluquín y la malasombra de sus mariachis. Alberto Fabra cerró la televisión para dedicar el dinero que se gastaba en ella a atender a los valencianos, y estos sinvergüenzas la han vuelto a abrir para que aprendamos un dialecto extraño.

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