Algunos juristas han explicado que para la justicia el valor de las declaraciones de Aldama ante el juez, mientras no las fundamente con pruebas, es relativo.
Bien, pero en ninguna democracia el gobierno, tras ellas, podría seguir siéndolo. Los españoles nos estamos acostumbrando a la fatalidad y eso no es bueno. Hay otro detalle fundamental y es que nada de lo que dijo sorprendió a nadie, por la sencilla razón de que ya se había publicado en la prensa -la que pretendía acallar el Felón-, como consecuencia de las investigaciones policiales y de algunos periodistas, según señala Álvaro Nieto, que los ha dirigido en dos medios distintos.
Otra cuestión es que Víctor de Aldama ha elegido a un abogado prestigioso para su defensa, por lo cual hay que suponer que en todo momento está siguiendo sus consejos. Si ha elegido esta vía es, en primer lugar porque se ha visto abandonado por todo el gobierno, que hasta hace poco confraternizaba con él y le ponía medallas. Ante esta realidad, ha actuado en beneficio propio para reducir en lo posible la pena que le puede caer.
Algunas de las revelaciones de Aldama estaban previamente confirmadas por las investigaciones de la Guardia Civil y todo el gobierno, además, está involucrado en otras actuaciones que cada una de ellas por sí mismas merece dimisiones.
Que la Constitución se haya demostrado incapaz para defender a los ciudadanos de políticos sin escrúpulos, como lo son todos los que componen el Ejecutivo y los diputados que lo sostienen con sus votos, no es motivo suficiente para que los españoles nos conformemos con lo que hay al modo en que los vascos pusilánimes se acomodaban a los atentados terroristas. No, este gobierno está perjudicando gravemente a la nación desde el primer día y no deberíamos consentir que continúe. Por otro lado, hay jueces que con menos indicios de los que hay en este caso han decretado prisión preventiva.
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