martes, 4 de agosto de 2009

Sahara Libre

Los saharauis constituyen un pueblo dejado de la mano de Dios. No se sabe ni cómo logran resistir bajo la bota del rey de Marruecos, que aprieta todo lo que puede. Tanto que no encuentran un defensor para su causa, a pesar de todas las resoluciones de la ONU en su favor. Luego, los propios representantes de este organismo internacional dicen que los saharauis tienen razón, pero no tienen fuerza para defenderla.
Los grandes líderes mundiales, tan orgullosos de sus solemnes discursos, no dudan en situarse del lado de Marruecos, el estado opresor, atendiendo a sus intereses materiales. No se sonrojan por ello, sino que encima ofenden al que les escucha al tratar de justificar estas espurias decisiones. Tratar de hacer pasar por justo lo injusto es descarado. Ponerse de parte del fuerte, porque conviene, dejando a su suerte al débil no es nada airoso.
Marruecos es un país quizá menos malo que los de su entorno y con el que a España le interesa tener buenas relaciones. Y además España tiene la obligación moral de ayudar al país vecino en lo que pueda. Pero nada de eso significa que España que cometer la ignominia de olvidar a los saharauis y de mirar hacia parte cuando se les atropella.
Si la ONU no puede hacer cumplir sus resoluciones, no debería mantenerse todo ese entramado. Es un escarnio que le den a uno la razón y que luego le recomienden ceder ante quien no la tiene. Stephen Hawking predijo un desastre en la Tierra en los próximos cien años. Pero tal y como van las cosas, todo apunta a que no habrá que esperar tanto. La única manera de evitar el desastre es colocar a la Justicia en el lugar que le corresponde. Cuando los humildes puedan sentirse protegidos por ella, será el momento de dar pábulo a la esperanza.

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