Ambos tienen una mirada empequeñecedora
con la que pretenden reducir a los demás a su propia talla.
Los nacionalistas no estudian historia,
se la inventan. Si alguna vez dicen la verdad es porque casualmente
coincide con sus intereses, pues son enemigos acérrimos de ella.
Necesitan la violencia física y moral, para imponer sus ideas y
conseguir su fines. No es casual que hayan surgido Terra Lliure y ETA
en sus dominios, sino que el ambiente que generan induce a ello.
La religión de los Testigos de Jehová
sólo puede haber sido ideada por una mente perversa. Sorprende que
haya quien se crea esas patrañas, pues basta con un mínimo de rigor
intelectual para darse cuenta de que no puede ser que alguien haya
interpretado de manera tan minuciosa y con tal lujo de detalles los
planes de un Creador al que no ha visto nadie, ni verá jamás, al
menos en vida.
Está todo tan tasado en esta religión
que las personas forzosamente se han de convertir en máquinas. Al
igual que los nacionalistas, odian a la verdad, porque también
prefieren encerrarse en un mundo irreal, fantástico.
Los nacionalistas no pueden sentir amor,
puesto que su ideología se nutre del odio y del egoísmo. Los
Testigos de Jehová, tampoco pueden sentir amor, porque están
mecanizados, pero disimulan esto mediante un lenguaje melifluo o
edulcorado. Son capaces de dejarse morir, o dejar morir a sus hijos,
pudiendo salvarse mediante una transfusión de sangre, lo cual es
totalmente contrario a la naturaleza humana.
En las condiciones propiciadas por su
ideología o su religión, ni unos ni otros pueden ser capaces de
someterse a un acto de introspección, de modo que podrían haber
sido cómplices, al menos cómplices, de actos atroces sin ser
conscientes de ello.
En el juicio de Sócrates, nacionalistas
y Testigos de Jehová habrían votado a favor de su condena a muerte.
En lo que a mí respecta, puedo decir que
no creo que una buena persona pueda ser nacionalista o Testigo de
Jehová.
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