Decía Ortega y Gasset que el problema
catalán era irresoluble, lo cual demuestra que hasta los más listos
se equivocan, porque es muy difícil tener en cuenta todos los
aspectos de la cuestión.
El problema catalán está herido de
muerte desde el principio, porque su génesis es artificial, como
todo lo que tiene que ver con el nacionalismo. Todo lo que es injusto
y, por tanto, malo, tiene el germen de la autodestrucción.
¿Quién iba a pensar al establecer el
sistema de las Autonomías -precisamente
para dar solución al problema catalán-,
y hacerlo de un modo tan disparatado, que por esto mismo se iba a
producir la solución definitiva. El
daño hecho a los españoles y de entre éstos especialmente a los
catalanes demócratas es muy grande, pero al final habrá valido la
pena.
Ha
sido una suerte, además, que al frente del gobierno esté Rajoy, con
su parsimonia, porque cualquier otro podría, con su precipitación,
haber interrumpido el proceso autodestructivo.
El
incompetente gobierno catalán ha demostrado al mundo entero su
imbecilidad. Lo único que sabe hacer medianamente bien es enardecer
al personal, pero para esto ha contado con la labor previa de
adoctrinamiento sistemático, muy eficaz con la gente inmadura. Pero
ese odio que han estado inoculando en
vena se volverá contra
ellos cuando la ficción sea imposible de mantener.
Da
pena, por ejemplo, Forcadell, cuando, moviendo los brazos de arriba
abajo, de forma enérgica, afirma una y otra vez que no acatará al
Estado. Ningún delincuente acata al Estado, porque si lo acatara no
delinquiría. No lo acata, pero llega un momento en que no le queda
más remedio que escuchar al cuando pronuncia la sentencia, y
además explica los fundamentos de la misma. Forcadell
debe de haber cometido varios delitos por lo que tendrá que escuchar
una tras otra varias sentencias. Y luego tendrá tiempo para pensar.
Podrá valorar entonces si ha merecido la pena mostrar su lado cafre,
su insolidaridad, su desprecio al prójimo.
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