Lo primero que dijo al lograr la alcaldía
-en cuyo desempeño lo hace casi tan mal como Ribó- fue que sólo
respetaría las leyes que le parecieran justas.
Si después de enterarse de esto alguien
dice que no debería tener ese cargo sino estar vendiendo pescado,
enseguida se fotografía con cinco pescaderas. No debe de ser difícil
para ningún alcalde, por el motivo que sea, fotografiarse con cinco
pescaderas. O con cinco peluqueros.
El caso es que ahora, después de
anunciar que respetaría las órdenes recibidas de los tribunales de
justicia, aunque sólo sea por miedo a ser inhabilitada, ha sentido
vértigo al sentirse dentro de la ley y el orden y ha urdido una
añagaza para burlar la ley, sin sentir su peso sobre su cabeza
luego. O eso cree ella, que seguramente piensa que es la más lista
de la clase.
Pero más bien parece que Puigdemont, el
pillastre Puigdemont, le ha tendido una celada para que se suba a su
barco. Su intención es la de que le acompañe en su hundimiento el
mayor número posible de gente. Su ego habría sufrido mucho al verse
inhabilitado y con un horizonte no muy alejado de cárcel mientras
ella tomaba las riendas de la Generalidad.
Por otro lado, un alcalde bobo se ha
servido del aserto que dice que si alguien debe mil euros al banco y
no los puede pagar tiene un problema, pero si debe mil millones el
problema lo tiene el banco, porque cree que es aplicable a lo de los
alcaldes. Pero la Justicia no tiene ningún problema, aparte del
tiempo que pueda necesitar. Si delinque un alcalde, se le juzga, si
delinquen 700 se les juzga. Es que además la Justicia tiene la
obligación de hacerlo. No hay más remedio. Y si no hay bastantes
cárceles, se habilita un edificio como tal, mientras se construye
una nueva.
Así que Colau debería saber que en
democracia no hay más remedio que cumplir la ley. Gandhi no vivía
en un país democrático.
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