La Constitución puede tener este o aquel defecto, pero fue votada mayoritariamente por los españoles y ha servido para lo que fue concebida. Facilita la convivencia entre los ciudadanos, se alternan en el poder fuerzas de distinto signo y se han estrellado contra ella los terroristas y los golpistas.
Que un aventurero sin escrúpulos se la pase por el arco del triunfo, igual que ha hecho con unas cuantas cosas, no puede salirle gratis y no le saldrá. De hecho, él no se da cuenta, pero la gente, hastiada de sus abusos, se ha procurado una heroína para que lo eche de La Moncloa. Que no se equivoque, Ayuso ha ganado en Madrid, pero goza de grandes simpatías en toda España.
Hay uno que se ha dado cuenta y se ha rendido sin lucha, aunque en su cortedad ha querido de épica su retirada. Se ha dejado fotografiar imitando una pose de Stalin, pero mientras que en éste se percibe la fría determinación genocida, esa misma ansia de matar a millones de personas en el blandengue Iglesias no pasa de ser un sueño. En su lugar en el gobierno ha puesto a una persona con la sesera vacía, pero que sonríe mucho. Con esto está dicho todo.
Sánchez ayuda a los vientos de la historia con sus decisiones, al defenestrar a Gabilondo y Franco y expulsar del partido a Leguina y Redondo Terreros. Paralelamente a esto, anuncia una terrorífica subida de impuestos, así que por mucho que se crea que todo sigue igual, eso no es cierto. Nada sigue igual. Su tiempo se ha acabado. Más pronto de lo que se cree tendrá que anunciar el adelanto electoral. En su probada torpeza, y de la del mini Rasputín, quizá no se haya dado cuenta y por eso se lo adelanto yo: Sánchez no será el candidato del PSOE.
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