Mientras
hay partidos que prometen como si tuvieran una varita mágica en la
mano, y se les cree, los hay que trabajan en serio y van haciendo
cosas, aunque pocos se las agradecen, porque es un hecho que el
agradecimiento es propio de los espíritus selectos.
Son
muchos los columnistas que aprovechan que el Pisuerga pasa por
Valladolid para disparar sus balas contra Rosa Díez, porque queda
bonito y hace gracia. Pero ella es la que está siempre con las
víctimas del Terrorismo, ella es la que ha impulsado la querella
contra Bankia y ella es la que pide la supresión de las
diputaciones. Son hechos, y no promesas a costa de terceros, como las
de Syriza.
El
asunto de las diputaciones es grave, porque sólo sirven para que los
partidos puedan colocar en ellas a unos cuantos militantes, con el
fin de tenerlos tranquilos.
Las
funciones burocráticas que llevan a cabo las diputaciones las podría
asumir perfectamente una consejería. Lo fundamental además sería
la eliminación de todas las competencias. Hay que tener en cuenta
que en ellas puede estar situado un pequeño caudillito, como el
presidente de la diputación de Valencia, que se ha sacado de la
manga una televisión propia, como si no hubiera mejor modo de gastar
el dinero de los contribuyentes. Porque no habría nada que objetar a
que el señor Rus con su dinero fundara una televisión para lo que a
él le diera la gana. Pero el dinero de los impuestos debería ser
sagrado y, por tanto, habría que emplearlo sólo en cosas que
convengan a los ciudadanos.
Hay
muchas necesidades y muy perentorias. Los ciudadanos han de pagar
totalmente muchos medicamentos que les resultan necesarios y ahora
resulta que el dinero que se les detrae por medio de los impuestos es
empleado para satisfacer caprichos personales.
Si
se hiciera caso de esta propuesta de UPyD el gobierno dispondría de
unos cuantos miles de millones para gasto social.
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