Lo
que sabe hacer Nicolás, Nicolás Maduro, para que no se confunda
nadie, es hablar con pajaritos, exhibir homofobia, amenazar o
cualquier otra cosa que haga dudar de que pertenezca al género
humano.
Está
por desbravar, eso es evidente, pero no está tan claro que fuera
posible esta acción. O sea, que lo suyo, probablemente, es para
siempre. El problema es que esta especie de homúnculo prehistórico
tiene vínculos con un partido político español de nuevo cuño,
cuyos componentes tienen la cara forrada de piel de vaqueta, todo hay
que decirlo. Y este partido político tiene un nutrido grupo de
seguidores que más parecen devotos que otra cosa, puesto que les
adjudican la capacidad de hacer milagros y no creen nada de lo que se
diga de ellos, por más comprobada y contrastada que esté la
información.
Otra
cosa que tampoco van a creer los seguidores de esta formación
política es que sus líderes colaboran y han colaborado activamente
con el chavismo, y otras inmundicias que pueda haber por el mundo,
como el gobierno de Irán, por ejemplo.
Maduro
ha amenazado a las empresas españolas que operan en Venezuela para
que éstas presionen al gobierno español con el fin de que éste
presione a los medios que difunden noticias sobre esta formación
política compuesta por elementos que tienen la cara forrada de piel
de vaqueta, para que no lo hagan.
Pero
no tiene sentido. Por mucho que los medios expliquen una y otra vez,
aportando datos empíricos, que los burros no vuelan, los seguidores
de este partido político creerán que los burros sí vuelan, si lo
ha dicho alguno de esos que tienen la cara forrada con piel de
vaqueta. Los gestos que tienen, mueven las caderas al hablar, se
rascan la cabeza, también son indicativos de su nivel, que más o
menos es el de Maduro. Pero ahí los tenemos. ¡Pronto nos
convertiremos en una república bananera!
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