He tenido el gusto de conocer en la Feria
del Libro de Valencia a una bibliotecaria venezolana jubilada. Ha
sido maravilloso departir con ella, pero el encuentro ha durado poco
más de media hora.
El encuentro ha sido posible gracias a
unos amigos comunes. Yo no podía esperar que la charla fuera tan
agradable intelectualmente. Lógicamente, no le he preguntado por su
tendencia política, puesto que no me parecía correcto hacerlo dada
la previsible brevedad del encuentro. Pero como observadores de la
vida, hemos coincidido en las pocas cosas de las que hemos hablado.
Cuando le he contado alguna cosa de España que antes era de otra
forma me ha dicho que en Venezuela se ha dado el mismo proceso y
hemos concluido en que la tendencia es mundial.
Probablemente, con una charla más larga
surgirían diferencias, pero resulta agradable comenzar una
conversación compartiendo las mismas claves intelectuales.
Una
de las mejores sorpresas de la conversación ha sido la de
saber que en Venezuela don Quijote es muy admirado. Allí los niños
suelen leer adaptaciones al modo de como las hace en España Rosa
Navarro Durán. Le he comentado a la bibliotecaria que yo me río
mucho cuando leo el Quijote, porque es un libro escrito para
divertir, aunque muchos creen que es aburrido. De aburrido, nada, ha
dicho ella. Como ha comprado dos libros míos, le he comentado que el
protagonista de uno de ellos, el de 'Yo estoy loco', un cubano que
sacrifica un porvenir espléndido por venir a España, pensaba que se
encontraría a don Quijote, es decir, que esos valores que encarnaba
estarían en el españolito medio. De hecho, Uge, en su magnífica
presentación,
me preguntó esto:
«¿por
qué el Quijote tan machaconamente, por qué interesa tanto a tu
análisis?»
Hay
que recordar que en el Quijote aparecen muchos personajes, pero sólo
se salvan dos de
ellos.
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