miércoles, 7 de noviembre de 2018

ETA miente con respecto al número de asesinatos

Y es lógico que sea así. ¿Quién puede esperar que unos individuos que han demostrado de forma contumaz y fehaciente su voluntad de hacer el mal digan alguna verdad?
Lo peor que se puede ser en esta vida es etarra. Se puede ser igual de maligno, pero más no. Otegui es un etarra y por más que algunos tribunales de justicia a los que el terror de ETA les pilla lejos le concedan algunas victorias, siempre será un etarra. Quienes le abrazan, se fotografían con él, lo invitan a actos o se alegran de sus ‘éxitos’, son como él. Y lo son porque con ello dan a conocer el odio que sienten hacia los ciudadanos honrados y cumplidores de las leyes, hacia todo aquel en el que sospechen que hay bondad.
Todos los malvados tratan de justificar sus actos y los etarras no iban a ser una excepción. El hecho de que reconozcan un número diferente de asesinatos solo puede entenderse como una maldad. Es imposible que consigan blanquear su historia. La banda no se fundó para luchar contra Franco, aunque parte de la izquierda lo quisiera ver así, porque tras su muerte siguió atentando. Fue para hacer el mal. En democracia ha venido contando con el apoyo jesuítico del PNV, sin el cual no habría podido sobrevivir, y descarado de Herri Batasuna.
Esta democracia nació indefensa contra ETA, al darles tantas ventajas a los nacionalistas, suprimir la cadena perpetua, y establecer que las penas de cárcel han de estar orientadas a la reinserción, puesto que para reinsertar a alguien es condición indispensable que este quiera. El Estado tiene que defenderse de los criminales y una vez asegurada la defensa puede ser compasivo. Si un etarra, u otro criminal similar, muestra voluntad de reinsertarse, se esfuerza en ello y se compromete a resarcir a sus víctimas en la medida de sus posibilidades el Estado puede ser magnánimo y estudiar el caso. 


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