Los
nacionalismos tienen esta cosa, todo lo que les sirve para estar
agraviados lo magnifican. Un nacionalista siempre tiene a mano un
pantógrafo y de una chispita puede hacer una tormenta de rayos.
Lo
que ha contado Bardem data nada menos que de 2011 y
se refiere a la
confidencia que le hizo un embajador francés, según
la cual para
Francia el país marroquí era "una amante con la que se duerme
todas las noches, de la que no está particularmente enamorado pero
que se debe defender. Dicho de otro modo, que miramos para otro
lado".
Es
posible que ese embajador piense exactamente lo mismo de Inglaterra,
de España, o de cualquier otro país. Habría
que saber qué es lo que piensa, no
ya un embajador cualquiera de Marruecos, sino el propio
Mohamed de los demás países. Da
risa sólo imaginarlo.
La
actitud de Francia, y de Estados Unidos, con respecto al trato que da
Marruecos a los saharauis
es totalmente indigna, y
esta actitud fue sorprendentemente
seguida
también por el jovial y catastrófico Zapatero, en
virtud de no se sabe qué cálculos mezquinos.
Bardem
tenía que acertar alguna vez en sus movidas y ello ha venido a
ocurrir en el caso de los saharauis, tan abandonados por casi todos.
Lo
que está consintiendo el mundo civilizado al dictatorial Mohamed
induce
a pensar en que los rumores que corren con respecto a
su afición a sobornar a importantes personajes pueden ser ciertos.
Mientras
los policías marroquíes apalean a indefensos saharauis, o les
obligan a vivir en condiciones humillantes, otros
personajes, 'muy preocupados por los pobres', pueden
estar fumando puros habanos en lujosas casas
frente al mar marroquí.
A
los pobres se les entretiene con patrias, con ofensas, con resabios
históricos, mientras los sinvergüenzas se lo montan a su aire.
¿Qué
más le da a Mohamed lo que haya dicho un embajador francés? Lo que
le importa es que Francia 'cumpla'.
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