miércoles, 12 de febrero de 2014

La votación sobre el aborto

El gobierno tenía a mano una solución lógica. Hubiera consistido en pactar una ley del aborto razonable con el mayor número posible de partidos, procurando dejar aparte a los proetarras, porque es gente con la que no conviene juntarse.
El del aborto es un asunto serio que no debería utilizarse por ningún partido de forma electoral.
Logrado el consenso sobre el aborto, el PP podría haber habilitado una Fundación de ayuda a las mujeres que no quieran abortar. Si cada uno de los que salen en manifestación contra el aborto, cuando los convocan los obispos, diera un euro, se recaudaría suficiente dinero para establecer al menos una sede.
Si en lugar de manifestarse, cada uno de los que van diera una módica cantidad mensual -un euro por ejemplo-, se podría evitar que algunas mujeres abortasen. Si se estableciese una buena desgravación para las donaciones a esta Fundación, es posible que se recaudasen buenas cantidades de dinero. No creo que ningún partido pudiera encontrar razones para oponerse que estas donaciones desgravaran.
Si se actuase de esta forma se demostraría que de verdad se quiere combatir el aborto y ayudar a las mujeres que no quieren abortar.
Tratar de imponer las propias convicciones morales a los demás, como suelen hacer los políticos españoles es lo propio de las mentalidades dictatoriales.
Las votaciones secretas también han venido a poner de relieve que los políticos españoles son demócratas de nombre. Están tan acostumbrados a la disciplina cuartelera que obedecen los mandatos del partido, obviando que no hay obligación de seguirlos por dos motivos: En primer lugar, porque la votación era secreta; y en segundo y más importante, porque está prohibido expresamente en la Constitución.
Si las votaciones se hubieran hecho a cara descubierta, el resultado hubiera sido, probablemente, exactamente el mismo. Esta es la calidad de nuestra democracia.
 

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