Pero
el problema no es que hayan sido llamados a declarar por el juez
Javier Gómez Bermúdez por haber hecho nada malo, sino porque
Mohamed les ha puesto una querella.
La
querella ya fue desestimada en un primer momento por el juez, aunque
Ignacio Cembrero tuvo que dejar El País; afortunadamente para él
encontró trabajo en otro medio. Javier Moreno tampoco es ya el
director de El País. La sombra de Mohamed es alargada.
Juan
Luis Cebrián tomó sus decisiones en su momento. Se conoce que sabe
navegar en este mar furibundo. ¿Cabría decir que sin ley?
La
querella de Mohamed parece ser que es insostenible, pero este
reyezuelo tiene muchos lazos con muchas gentes del mundo. De hecho,
resulta sorprendente que tanto Francia como Estados Unidos le apoyen
en sus sistemáticas violaciones de los Derechos Humanos con la
indefensa población del Sahara. Si se permite que Mohamed abuse de
los indefensos saharauis y desobedezca las resoluciones de la ONU
nadie puede creer en la Justicia.
Ahora
hay dos personas, dos periodistas, víctimas de la arbitrariedad del
tal Mohamed. ¿Cómo es posible que en cuanto silba Mohamed Juan
Carlos I corra a su lado? ¿Cómo es posible que un periodista
español tenga que dejar su trabajo después de haber escrito un
artículo correcto, porque lo pide Mohamed? ¿Cómo es posible que
haya un montón de españoles condecorados por ese Mohamed que
explota todas las debilidades de la situación española? Claro,
Mohamed tiene en el bolsillo a Francia y Estados Unidos, con lo cual
vemos que el mundo anda un poco loco. Si el Reino Unido tuviera
intereses ahí, todavía sería peor.
Al
final, Javier Gómez Bermúdez tendrá que archivar las querellas;
los dos periodistas tendrán la vida más difícil, no obstante lo
anterior. Y todos nos encogeremos de hombros.
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