Se
trata de una demanda que interpuso un matrimonio solicitando la
nulidad del contrato por el que invirtió una pequeña cantidad de
dinero en la Oferta Pública de Venta de acciones de Bankia.
El
juez ha desestimado la petición con el argumento de que quienes
invierten en Bolsa ya saben que pueden ganar o perder.
Pero
la Bolsa es necesaria para el buen funcionamiento de la economía de
un país. Las empresas la necesitan para financiarse y para que pueda
funcionar es imprescindible ganar la confianza de los posibles
inversores, lo que se consigue con unas normas de funcionamiento
rigurosas y la exigencia de su cumplimiento. En la Bolsa española
vienen ocurriendo cosas que deberían espantar a la gente; lo que
ocurre es que está ya curada de espanto y acostumbrada a lo peor. No
obstante, sí que debe de haber bastante gente que huye de la ella
por este motivo. Quizá si la gente fuera menos reacia a invertir el
habría menos paro.
Hay
empresas que se hunden, y los accionistas lo pierden todo, por causas
naturales. No todos los gestores son unos genios capaces de
adelantarse a los acontecimientos, ni todas las empresas pueden
subsistir eternamente. Pero hay empresas que se van a pique porque
sus dirigentes incurren en riesgos desmesurados, cegados por la
codicia, o porque incurren en prácticas delictivas. Y estos casos
deberían ser detectados a tiempo por los organismos encargados de
vigilar el cumplimiento de la normativa y si estos organismos fallan
los inversores quedan desprotegidos.
Si
nadie invirtiera en Bolsa el país quebraría. Considerar que los
inversores son especuladores es suicida. Los inversores arriesgan. Lo
mínimo que pueden pedir es que no se les engañe. Hay inversores que
lo han perdido todo porque los encargados de vigilar que todo se
hiciera correctamente no vigilaron. Y encima se les reprocha que si
compraron acciones fue para ganar dinero.
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