La
política española es, cada vez más, como un circo al que acude la
gente a contemplar a los enanos, gigantes y cabezudos. La política
espectáculo se instalado de forma que parece definitiva, aunque cabe
conservar la esperanza de que no sea así.
Ahora
van a mogollón los principales partidos políticos exigiendo que se
den a conocer los nombres de los 715 sospechosos, demostrando con
ello su gusto por los linchamientos públicos y lo cómodos que se
sienten en este modo de hacer política. Por parte del gobierno se
perciben ganas de mostrar esa lista. Un representante suyo ha dicho
que es «la repera patatera», alimentando con ello la curiosidad de
las gentes.
Nadie
ha dicho, sin embargo, que todo eso ha salido a relucir porque hay un
partido político que trabaja bien, o sea que está haciendo aquellas
cosas que prometió hacer cuando fue fundado.
Ninguno
de estos 'grandes' políticos que quieren exponer a los sospechosos
al juicio de la calle ha caído en la cuenta de que lo que interesa
no es saber quiénes son los presuntos delincuentes, sino que las
instituciones funcionen. Que el fraude fiscal y el blanqueo de
capitales resulten muy difíciles de llevar a cabo y que la mayor
parte de quienes lo hagan sean descubiertos en un plazo
razonablemente breve y puestos en manos de la justicia.
Lo
que importa no es el espectáculo, sino la confianza en las
instituciones. En que aunque quienes estén en ellas o las dirijan no
sean dechados de virtudes no tengan más remedio que actuar
correctamente porque el sistema obliga a ello.
Pero
a nuestra clase política no le interesa eso, porque se ha acomodado
a un modo de vida, y a los votantes se conoce que tampoco, porque al
no estar acostumbrados a al rectitud piensan que más vale malo
conocido que bueno por conocer.
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