lunes, 27 de abril de 2015

Varoufakis da la bienvenida al odio

Yanis Varoufakis tiene prestigio como economista, pero eso no significa que tenga una varita mágica, sino que más bien parece que intente actuar como prestidigitador.
Tiene un problema que consiste en que se presentó por un partido que hizo promesas que no dependían de él. Varoufakis está en la jaula cuyos barrotes son precisamente esas promesas que hizo Syriza y ahora pretende que sean sus socios de la Unión Europea quienes se traguen los barrotes para que él pueda salir, pero a ellos no les hace mucha ilusión la idea. Y él lo cuenta así:
«Son unánimes en su odio hacia mí. Y yo doy la bienvenida a su odio»
Eso no se lo cree ni él, pero lo dice, indudablemente, para que se lo crean otros, que no pueden ser más que los votantes de Syriza.
Él, que es economista y que ha escrito libros sobre la teoría de los juegos, sabe perfectamente que cuando se habla de dinero no hay odio ni amor en las conversaciones, sino planes concretos.
Diríase que habla como un jugador que sabe cuáles son sus cartas y las usa y su problema consiste en que los demás jugadores también conocen las suyas y alguno de ellos tiene la mano. Los perjudicados de todo esto son los griegos. Desde el mismo momento en que no se les dice la verdad ya salen perdiendo. También es cierto que si quisieran saber la verdad no habrían votado a Syriza, pero estas son las servidumbres de la democracia, el menos malo de los sistemas políticos.
Que un intelectual hable de odio cuando se refiere a estas negociaciones resulta ridículo, pero estas son las servidumbres de quienes dan el salto a la política, abandonando, momentáneamente o para siempre, el mundo de los libros, el estudio y el rigor. Parece ser que el uso de la demagogia es consustancial a la política, y en unos países más que en otros.


 


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