En
España no es raro que algún político que otro ponga a Dinamarca o
Noruega como ejemplos de países civilizados y democráticos.
Lo
raro es que los políticos que hacen eso se comporten como los de los
países que dicen admirar, porque su modo de actuar se parece más al
de los ministros de Mohamed, ese reyezuelo que se pasa la vida
importunando a España y ocupando ilegalmente el Sahara, y en cuanto
da un silbido corren a su lado el Rey, Zapatero, o quien sea.
Juan
Carlos Rodríguez Ibarra critica a Arturo Mas y Oriol Junqueras, por
desleales, cosa en la que acierta. ¿Cuánto vale la conciencia y
honor de Mas y Junqueras?, se pregunta. Pues nada, es obvio. Las
cosas aún son peores, puesto que han roto familias y amigos de toda
la vida han dejado de serlo. Y han dificultado en gran manera la
salida de la crisis, con sus políticas y sus derroches.
Pero
se da el caso de que el expresidente extremeño, que en sus tiempos
era conocido por los suyos como Rodríguez y Barro, y por la
oposición como el bellotari, critica a Rajoy por su inmovilismo en
el caso, y tiene razón. Pero olvida que González y Zapatero tienen
más culpa que el actual presidente del gobierno de la situación a
la que se ha llegado. Y Aznar, pero a éste, cucamente, no lo iba a
citar el extremeño, por motivos que no es necesario comentar.
Incluso el propio Rodríguez Ibarra es culpable, puesto que cuando se
aprobó la Constitución él ya era alguien importante en el PSOE.
Digamos
que como directivo del PSOE está de acuerdo con la deriva
nacionalista de este partido en algunas comunidades autónomas, e
incluso su modo de hacer política en Extremadura podría tildarse de
nacionalista, pero le resulta rentable electoralmente atacar de
boquilla a los nacionalistas y al PP. En la actualidad le sirve para
estar en el candelero y ayudar a su partido.
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