sábado, 4 de noviembre de 2017

Bélgica tiene un problema

Era obvio que Puigdemont se iba a fugar, puesto que ya había dado varias veces palpables pruebas de cobardía. Una de ellas fue el tuit narcisista que lanzó el 11 de abril mofándose del Tribunal Constitucional, que acababa de mandarle la quinta notificación. Luego ya ha visto que por dos veces no se atrevió a dar el paso tan anunciado. A los bravucones se les va la fuerza por la boca.
‘Puigdemont, pesadilla del gobierno belga’, titula Le Soir. ¿Y por qué habrá ido a Bruselas? En ningún país de la Unión Europea habría sido bien recibido, ¿esperaba serlo en Bélgica? Quizá haya que pensar en que ahí vive el abogado que pudo recomendarle el etarra Otegui.
Primero fue a Gerona, a celebrar cualquier cosa y a lo mejor pensó que con eso había engañado a todos y que al estar tan cerca de la frontera en un momento estaría fuera del alcance de la policía española. Lo que ocurre, sin embargo, es que la justicia tiene sus tiempos y no puede tomar medidas de cualquiera manera. El que puede comportarse de cualquier manera, como viene demostrando, es él mismo, que, en su torpeza, se metió en un callejón sin salida, sin darse cuenta y con ello ha venido a echar por tierra la paciente labor que había llevado a cabo durante años el ‘Muy Honorable’ Pujol. Eso que tenemos que agradecerle.
Llevado a cabo el despropósito, porque no había marcha atrás, como pudo comprobar cuando quiso darla, ahora no es más que un esperpento que ya pocas tardes de gloria podrá dar. La justicia belga soporta ahora las miradas de todo el mundo, así que no cabe descartar que Puigdemont, si el asunto se alarga un poco, opte por cortarse el pelo y dejarse bigote para no ser reconocido por la calle.
El tuit de la vergüenza https://twitter.com/krls/status/851751028022280192?lang=es


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