jueves, 13 de junio de 2019

Visto para sentencia

Se deduce de sus actuaciones que los abogados defensores y sus propios clientes se dan cuenta de la cantidad abrumadora de pruebas que hay en su contra y todo lo fíen a que se organice una revuelta salvaje que acollone a Sánchez y decida indultarlos.
Pero lo que puede dar miedo a Sánchez es que el PSC de Iceta pierda votos. Su problema consiste en conseguir que esto no ocurra. Para ello tiene que procurar que los votantes socialistas de otras latitudes comprendan las concesiones que haga. Para eso se las pinta solo, porque azuzando el odio a la derecha, apoyado en este menester por periodistas antaño respetables, consigue que no se fijen en sus pactos con indeseables.
Está cantado que las defensas van a recurrir la sentencia si, como es previsible, resulta condenatoria ante las instancias europeas, aunque tampoco demuestran tener mucha fe en ello, puesto que sus argumentaciones son ridículas en la mayoría de los casos y los jueces europeos deberían darse cuenta de ello, pero ante los catalanistas son efectivas, porque éstos han perdido ya toda capacidad de raciocinio.
Hay que recordar cómo era la situación en 1978, en 1980 o en 1985, para darse cuenta de ha habido una tarea de domesticación de la sociedad catalana, a base de palos, amenazas y premios. Una labor llevada a cabo por gentes infames, que ha degradado moralmente a parte de la sociedad catalana, entre la que ya hay conceptos que si alguna vez estuvieron han desaparecido: la verdad, la nobleza de espíritu, la generosidad, la justicia, no tienen cabida entre los catalanistas.
Es seguro que habrá altercados, quizá graves, cuando se haga pública la sentencia. Habrá rufianes que animarán a los demás a que se arriesguen, pero ellos no lo harán. Porque lo que pretenden es cobrar todos los meses del Estado. Quizá sea posible encarcelar a Torra, para someterlo a otro juicio como el que acaba de terminar.

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