domingo, 20 de mayo de 2007

Magnus Carlsen como pretexto

Soy de la opinión de que las cosas son buenas siempre que sirvan al ser humano y dejan de serlo cuando lo esclavizan. Por ejemplo, es bueno practicar algún deporte, puesto que ayuda a mantener la salud, con lo cual se puede disfrutar mejor de la vida. No encuentro sentido al hecho de tener que dedicar todo el día al entrenamiento con el fin de batir un récord o ganar una competición. Quien se vuelca en una actividad de este tipo forzosamente ha de desatender otros aspectos de su personalidad. Lo mismo sucede en el caso del ajedrez. Rafa Marí, que en su día optó por no convertirse en ajedrecista profesional, ha entrevistado a Magnus Carlsen, un extraordinario ajedrecista de 16 años. A los cinco años ya conocía los nombres de los 436 municipios noruegos, sin olvidar ninguno. El ajedrez es muy bueno para la salud, ningún ajedrecista padece Alzheimer. ¿Pero es preciso ser jugador profesional para librarse de esta terrible enfermedad? El bueno de Magnus probablemente llegará a campeón del mundo. Pero eso no me quitará la sensación de que se ha malogrado. Podría haberse dedicado a la medicina, para curar gente, o a la lingüística, pongamos por caso. Es decir, a actividades no estériles. El joven ajedrecista demuestra una gran madurez con sus respuestas y sin embargo confiesa que odia perder. La derrota forma parte de la vida. Saber perder es tan importante como saber ganar. La desventaja que tiene el ajedrez en este caso es que no permite achacar a la mala suerte o a cualquier otro factor externo el resultado no deseado. Obsesionarse por aprender más y más, para no perder, es algo que considero empobrecedor. Ninguna obsesión es buena, puesto que las obsesiones esclavizan a los seres humanos. Cuestión diferente es la de aquellos artistas que saben transformar sus obsesiones en motivo de creación, lo que me parece un adecuado modo de convertir en positivo lo negativo. Claro que también puede alegar alguno que las partidas de ajedrez o las carreras de cien metros lisos son obras de arte que merecen ser contempladas una y otra vez.