jueves, 14 de enero de 2016

Bescansa, Bescansa

O sea, la que nos espera. Esta 'gente' no tiene miramientos ni reparos. Cualquier día se llevarán también el orinal al Congreso, para que todo sea natural, como la vida misma. Para que 'la gente' se pueda sentir representada.
La fiambrera no. Seguro que a la hora de comer no le hacen ascos al jamón de Jabugo, ese que la mayoría de 'la gente' no puede comer, a los buenos vinos, ni, por supuesto, a la langosta.
Vienen dispuestos a convertir el Congreso de los Diputados no en un lugar serio y honrado, sino en lo más parecido al patio de un colegio de niños maleducados, en el que no falten ni el repipí (y también retorcido), ni el niño de teta, al que se utiliza para provocar y dar que hablar. Hay que montar el numerito; 'eso es todo, señores', es el mensaje que llevan.
No llegan a la política con un mensaje serio y la disposición para trabajar en beneficio de todos, tratando de encontrar la mejor solución para cada uno de los problemas, sino que lo suyo es montar un circo para distraer al personal y que nadie se entere de sus verdaderos propósitos. Para conseguir lo que pretenden cualquier cosa es buena si proporciona votos. Una vez que tengan el poder, no hay nada de lo prometido. Sus propósitos son obvios y causa asombro y causa asombro que hoy en día haya más de cinco millones de personas que no se hayan dado cuenta. Estos tipos tienen muy estudiados a Stalin, Lenin y compañía.
Por cierto, ahora que se está cuestionando o prohibiendo la utilización de animales en los numeritos circenses, ya se sabe, elefantes, tigres y todo eso, sería cosa de ir pensando también en no utilizar tampoco a los niños para actuaciones similares. Me refiero a los niños repipí, pero también a los desmadrados. A las madres de los niños de pecho habría que explicarles que sus hijos no son objetos.

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