Ser injusto es lo peor que se puede ser
en esta vida y cuando se es por falta de interés o cuidado en el
asunto se incurre en lo que Hannah Arendt llamó 'la banalidad del
mal'. Atribuirle odio a una persona sin más argumentos que el deseo
de que sea así, es maldad pura.
A los etarras les interesa que circule la
especie de que Consuelo Ordóñez actúa movida por el odio. Y los
hay que la difunden, entre ellos Rosa Rodero. Pero eso es un insulto
a las instituciones del Estado. Todo lo que hace Consuelo Ordóñez
tiene el respaldo oficial, porque Covite es una asociación que actúa
dentro de la ley y ni la asociación, ni su presidenta hacen nada
ilegal. Si Covite tuviera el odio como objetivo o motor de sus
actuaciones no podría haber sido legalizado.
Todas las víctimas del terrorismo, en
cuanto a víctimas, merecen todo el respeto y apoyo de la sociedad,
pero no hay que confundir las cosas, el hecho de que alguien sea
víctima del terrorismo no significa que sea buena persona. Un
canalla puede ser víctima del terrorismo.
'Por sus hechos los conoceréis', esto es
absolutamente cierto, y los hechos de Consuelo Ordóñez están a la
vista: Utiliza su tiempo, su dinero y sus esfuerzos para defender la
dignidad de todos los españoles, porque todos somos víctimas de
ETA, dado que la banda condiciona la vida política de España y tuvo
aterrorizada a la población.
Donde no prevalece la justicia no hay
dignidad, no hay humanidad, no hay democracia, no hay vida digna de
tal nombre.
No es extraño que las peores personas de
España odien a Consuelo Ordóñez. Ya se vio en la persona de
Sócrates que preocuparse por el bienestar de los demás es
peligroso. Los etarras consiguieron, amedrentando a sus clientes, que
Consuelo Ordóñez abandonara San Sebastián, pero los etarras han
fracasado porque ella, moralmente, sigue allí. Necesitan ensuciarla
para que desaparezca del todo.
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