Lo
hizo de este modo: «Soy
puta, traidora, amargada y mal follada y lo único que he venido a
hacer es defender unos Països Catalans libres, socialistas y
feministas y a recordar la impunidad de la extrema derecha. Por
Guillem Agulló y Carlos Palomino.».
No
dijo nada sobre si se considera bien o mal parida, cosa sobre la que
después de lo dicho sobre sí misma, pueden caber dudas.
Pero
después de leer esto conviene volver la mirada hacia sus electores y
hacerse la pregunta sobre la clase de ganado que puebla hoy España,
porque
es evidente que esta señora no tiene ni idea de lo que es la
democracia, ni sabe lo que es el socialismo o mucho menos el
feminismo. De
historia sabrá lo que haya leído en algunas viñetas cómicas.
Como
decía Humpty Dumpty, las palabras significan lo que el que manda
quiere que signifiquen, y
en este caso Ana Gabriel no manda, pero da miedo que llegue a
hacerlo. Y
según Bertrand Russell «La
democracia tiene
un mérito, al menos uno, y es que en ella un miembro del parlamento
no puede ser más estúpido que quienes le eligieron; mientras más
necio es un gobernante, más necios manifiestan haber sido quienes le
eligieron.»
Comparar
a Concepción Arenal con esta supuesta feminista es una broma de muy
mal gusto. Si
saliera de la tumba para ver cómo van las cosas y se enterara de
quienes son algunas de las que reivindican hoy el feminismo se
volvería espantada hacia su lugar de reposo, con la intención de no
salir jamás de allí.
Tampoco
las putas pueden sentirse muy identificadas con ella. Que
se sintieran esperanzadas, porque una diputada se hubiera fijado en
ellas con la intención de resolver sus problemas sería un sarcasmo.
Quizá
las putas hicieran
alguna precisión añadiendo un calificativo.
La
extrema izquierda asusta, es cierto. Es capaz de hundirlo todo.
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