Algún día les tendrá que explicar
alguien a estos fantoches, fantasmas o pájaros de cuenta en qué
consiste la democracia.
Y no habrá más remedio que hacerlo de
un modo que lo tengan que entender aunque no quieran, o sea, mediante
la aplicación de la ley. Tengo el convencimiento de que si en España
existiera la separación de poderes efectiva, o tan sólo la que
había hasta que se la cargó Felipe González, los nacionalistas no
habrían podido tan lejos en su afán de ofender a las personas
honradas y de romper familias, amistades y negocios con sus
patochadas, que sólo mediante métodos violentos se pueden imponer,
puesto que alguno de ellos habría ido ya a la cárcel y los demás
habrían aprendido la lección. Quizá la situación de Pujol y
Millet fuera otra.
Acude Homs al Supremo y le acompañan
unos cuantos desalmados, solidarizándose con él. Están en contra
del pueblo, porque estar en contra de la ley no es otra cosa. No es
que pidan que se tenga en cuenta la presunción de inocencia, es que
piden que no se tenga en cuenta la ley. Este gesto suyo contiene una
maldad de la que deberían ser conscientes, puesto que se dedican a
la política.
Y va Homs y dice algo que sólo puede
decir un burro, pero dicen que es listo. O sea, que hay que
calificarlo de otro modo. Dijo: “Aquí no está en juego la
independencia de Cataluña, aquí está en juego la democracia
misma”.
Puesto que la democracia consiste en el
imperio de la ley y esos desalmados no respetan la ley es obvio que
hay que ilegalizar al partido que representan. Se empieza
consintiendo un desmán tras otro a los nacionalistas, se continúa
con Bildu y Podemos en el Congreso y ya no se sabe cómo pueden
acabar las cosas.
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