jueves, 24 de noviembre de 2016

Homs y los fantasmas

Algún día les tendrá que explicar alguien a estos fantoches, fantasmas o pájaros de cuenta en qué consiste la democracia.
Y no habrá más remedio que hacerlo de un modo que lo tengan que entender aunque no quieran, o sea, mediante la aplicación de la ley. Tengo el convencimiento de que si en España existiera la separación de poderes efectiva, o tan sólo la que había hasta que se la cargó Felipe González, los nacionalistas no habrían podido tan lejos en su afán de ofender a las personas honradas y de romper familias, amistades y negocios con sus patochadas, que sólo mediante métodos violentos se pueden imponer, puesto que alguno de ellos habría ido ya a la cárcel y los demás habrían aprendido la lección. Quizá la situación de Pujol y Millet fuera otra.
Acude Homs al Supremo y le acompañan unos cuantos desalmados, solidarizándose con él. Están en contra del pueblo, porque estar en contra de la ley no es otra cosa. No es que pidan que se tenga en cuenta la presunción de inocencia, es que piden que no se tenga en cuenta la ley. Este gesto suyo contiene una maldad de la que deberían ser conscientes, puesto que se dedican a la política.
Y va Homs y dice algo que sólo puede decir un burro, pero dicen que es listo. O sea, que hay que calificarlo de otro modo. Dijo: “Aquí no está en juego la independencia de Cataluña, aquí está en juego la democracia misma”.
Puesto que la democracia consiste en el imperio de la ley y esos desalmados no respetan la ley es obvio que hay que ilegalizar al partido que representan. Se empieza consintiendo un desmán tras otro a los nacionalistas, se continúa con Bildu y Podemos en el Congreso y ya no se sabe cómo pueden acabar las cosas.


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