Ha muerto el dictador cubano y con ello
se sueltan un poco las cadenas que oprimen al pueblo cubano y un aire
de esperanza recorre las celdas de los presos políticos.
Quizá los cubanos libres que viven en
Miami y otras partes del globo traten de aprovechar la ocasión
dependiendo de las posibilidades de actuar que tengan dentro de la
isla. Es posible también que en la situación que se ha dado la
apertura decidida por Obama les venga bien, sin que quepa descartar
que su actitud en este caso les ayude más que la pueda tener Trump
en el futuro.
Pero mientras esperamos acontecimientos,
hemos de estar pendientes de lo que ocurre en España, que va a ser
invadida, qué duda cabe, por una ola de cursilería, y si uno se
descuida, esto se pega.
Los de Podemos podrán peinar coletas,
pero son cursis; podrán ser cínicos, pero sobre todo son cursis;
podrán llamar a las cosas por nombres que no son, pero sin dejar de
ser cursis.
Esos orinocos de lágrimas que nos
esperan, esos orinocos de cursilería descacharrante y desvergonzada.
Más lejos físicamente de España, pero
más cerca anímicamente de Podemos, está Maduro, seguramente muy
asustado. La muerte de Fidel no le dará tanta pena como miedo.
¿Logrará el hermanito de Fidel contener lo que se le viene encima?
Maduro medita sobre su destino y seguramente sabe que en el momento
en que pierda el poder se quedará solo. No van a ir los podemitas a
ayudarlo. Como mucho, le dedicarán versos cursis, palabras huecas,
pero cursis.
Dicen que Rita consiguió vaciar de
mierda el Congreso en un tiempo récord, pero Fidel conseguirá
esparcir el hedor a los cuatro vientos.
Cuba nunca fue tan pobre como bajo el
yugo de Fidel Castro. Cuando vuelva la democracia a la isla y quizá
lo haga al mismo tiempo que en Venezuela, ambas naciones tendrán un
largo camino a recorrer antes de volver a ser lo que fueron.
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