Conviene recordar que el anterior
presidente francés, Hollande, ganó las elecciones gracias a las
grandes promesas que hizo en la campaña electoral. Esas promesas
fueron utilizadas por la izquierda española, comparándolas con lo
que llaman ‘los recortes de Rajoy’.
No tenían en cuenta que esos recortes
son consecuencia de los derroches de Zapatero, que además fue quien
los inició reduciendo el sueldo de los funcionarios. Tampoco tenían
en cuenta que esos derroches siguen, con las televisiones
autonómicas, por ejemplo, y con otras muchas instituciones y
organismos prescindibles, muchos de ellos en manos de la izquierda.
En un momento dado se vio claro que
Hollande no tenía una varita mágica, por lo que se vio obligado a
cambiar al primer ministro, situando en el cargo a Manuel Valls, para
que llevara a cabo una política real. Pero los franceses siguen
creyendo en la varita mágica, como se deduce del hecho de que Manuel
Valls ni siquiera logró ser candidato de su partido. También en
España se fomenta la fe en la varita mágica: ‘Recortes, no’,
dicen, en lugar de ‘televisiones autonómicas, no’, o
‘imposiciones lingüísticas, no’, porque en ellas se derrocha
mucho dinero.
Macron ganó las elecciones con holgura,
pero el número de abstenciones y votos nulos fue muy elevado, a lo
que hay que añadir que la extrema derecha obtuvo once millones de
votos, y todas esas cosas juntas significan que la fe en la varita
mágica está en el ambiente y que s, como es previsible, aplica una
política propia de la madurez que requieren las circunstancias se va
a encontrar con muchas reticencias, porque a la gente no le gusta que
le rompan los sueños.
Esperemos que haya un núcleo de personas
sensatas suficientemente grande que le sirva de soporte y pueda
actuar de forma razonable.
Los socialistas españoles deberían
tomar nota y darse cuenta de que el PSOE puede desaparecer, y lo hará
si no se desprende de ese nacionalismo que tiene incrustado, que lo
corroe y corrompe.
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